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204 LA VIDA RELIGIOSA noche; y así como el ruiseñor en tiempo de primavera, posado en arbol frondoso, canta horas enteras sus amores, llenando los aires de melodías y alegrando los oidos del pasajero; así ellas, almas puras en cuerpos castos, llenan los espacios de ardientes exclamaciones, alegrando á los ángeles del Cielo y al mismo Dios. Otra prerogativa de la virginidad es brillar en la tierra y en el Cielo, como el lirio entre las espinas, co- mo la azucena entre las flores, como el oro entre los metales y como el sol entre los astros; y sobre esta prerogativa está la de seguir los vírgenes en la gloria al Cordero inmaculado por donde quiera que vaya; y sobre ésta la de llevar escritos sobre la frente como auréola de gloria, el nombre gloriosísimo de ese mismo Cordero y el de su Eterno Padre; y sobre ésta la de cantar en su presencia un cántico nuevo, siempre nuevo! que sólo ellos podrán cantar en las alturas: y sobre ésta la de ostentar un título de nobleza la más alta, cual es la de ser el alma reina consorte del rey del Cielo. ¡Qué privilegios y qué prerogativas! Todos ellos constan en la Escritura santa, y de todos ellos nos habla el profeta apocalíptico en su portentosa vi- sión. Vió al Cordero sobre el monte Sión, y con él á una gran multitud que llevaban el nombre de Él y el desu Padre grabados sobre la frente; y oyó una voz del Cielo semejante al ruido de muchas aguas..... y la voz era como de citaristas que tocaban sus cítaras y cantaban un cántico nuevo que nadie más que ellos podían cantar. Estos son..... los vírgenes;.... éstos si- guen al Cordero donde quiera que va..... porque fueron hallados sin mancha ante el trono de Dios. ¡Qué hermosísima visión y qué consoladora! En lo más alto del Empíreo, figurado por el monte Sión ve San Juan á Jesucristo, Cordero de Dios que quita los pecados del mundo, y á su alrededor divisa á los vír-

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