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Ó CARTAS Á SOR MARGARITA 203 algo en esa virtud que purifica y fortifica los ojos del alma, alarga su vista ó acorta la distancia que de Dios nos separa, de tal modo, que las almas puras lo ven, aun en este mundo, con más claridad: Por eso dice San Juan Climaco que el que quiera saber y entender mucho de Dios y de sus perfecciones infinitas, ame mucho la castidad de cuerpo y alma, porque ella es la maestra de los grandes teólogos, y la que los levanta al conocimiento de los misterios divinos. Lo mismo enseña San Gregorio Niseno, diciendo que la pureza es como una atmósfera clara, transparente y diáfana, que permite ver todo cuanto abraza el horizonte; mientras que la impureza es semejante á una atmósfera oscura, llena de vapores condensados y de espesa neblina, que no deja percibir loque pasa en los divinos hori- zontes. El quinto privilegio de las vírgenes es recibir de Dios mayor y más íntimo consuelo que las otras almas. Esto parece serlo que Dios promete á los que guardan pureza, cuando dice en la Sabiduría que les dará una dicha deleitable, y llena de júbilo santo. Esta virtud celestial que jamás ha sido comprendida por la huma- na filosofía, paréceles á los amadores del siglo que hace triste y penosa la vida de quien la profesa; y pa- ra sacar de este necio error á los mortales, promete Dios aquí una suerte envidiable á los que la guardan. Esta suerte ó esa dicha es un júbilo celestial que rebo- za en el alma, y no cabiendo en ella, se vierte y se co- munica al cuerpo, hasta el extremo de sentir deliquios y verse uno obligado á exclamar con David: Mi cora- Zzón y mi carnese alegraron en Dios vivo. Virgenes conozco yo á quienes Dios comunica tanta dulzura in- terior, que no pudiendo contenerla en lo profundo del alma, prorrumpen en suspiros de amor. y en cánticos de alabanzas, glorificando á Dios en el silencio de la h l / l h ' AA Ba A E a, A — Pa => a o ino pS ¡ |
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