BCCPAM000540-5-07000000000000

189 Ó CARTAS Á SOR MARGARITA no solamente hay un error teológico, sino dos á cual más grosero y funesto, perteneciente uno al orden mo- ral y otro al orden místico. Este voy á combatirlo con la doctrina del gran Doctor en mística, San Juan de la Cruz, y aquél lo voy á refutar con la doctrina de San Ligorio, el máximo de los Doctores morales. Este San- to se hubiera reido al leer lo que de tu carta dejo co- piado, ó quizás hubiera llorado, al ver puesto en prác- tica de un modo tan pesimista el rigorismo que él combatió con todas sus fuerzas, queriéndolo desterrar | del mundo. | Viniendo, pues, á sacarte del atolladero en que te hallas, dices que no puedes hablar con nadie, ni mirar nada, ni asearte, ni mostrarte cariñosa, ni tener las ex- pansiones naturales de júbilo que todas tienen, ni estar en recreo como las demás, ni jugar como ellas juegan, porque te dicen que dada tu fragilidad, lo que sientes entales casos es pecado, por dar tú motivo para sentirlo, y ser causa de que te suceda. Aquí estaría muy en su punto aquel Dios libre á mis monjas de confesores es- pantadizos y medio letrados, atribuido á Santa Teresa de Jesús; mas dejando á un lado las bromas en cosa tan seria, digo que en Teología moral, es muy cierto que peca el que, pudiendo apartar la ocasión próxima de caer en pecado, no la aparta, y el que pudiendo qui- tar la causa productora de él, no la quita; pero esto úl- timo se entiende, en el caso de que uno esté obligado á quitar esa causa, y no la quite, pudiéndolo hacer; ó se sirva de esa causa productora del mal, sin tener ningún derecho á servirse de ella; y aquí está el error. Concretándonos ahora al caso que nos ocupa de- bemos dejar sentado que las virtudes y los vicios, son propiedades del alma y no del cuerpo, porque éste no es más que un medio de que ella se vale para practi- car el vicio y la virtud;.de modo que á esa práctica

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz