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Ó CARTAS Á SOR MARGARITA 169 este voto, me los pinta escoba en mano, echando del monasterio á la santa pobreza; y á ésta como mártir perseguida de los suyos, y conducida al suplicio, don- de la escarnecen, la azotan, y le dan la muerte. Sí! que á la santa pobreza los regalos le atan las manos, las comodidades la escupen al rostro, lo supérfluo la abofetea, el dinero la corona de espinas, el peculio la erucifica y la propiedad la despedaza entre sus san- grientas garras. No en vano Jesucristo en su evangelio dió á las riquezas el nombre de espinas, espinas conque algunos religiosos suelen coronar á su madre la Pobreza santa, ' hiriéndose de paso ellos mismos, al tejerle tal corona. Espinas llamó Cristo á los bienes de esta vida, espinas que se pegan al vestido de los caminantes y no los de- jan andar libremente; espinas que tomadas en la mano punzan, y apretadas hieren y dan dolor; espinas que pisadas se clavan en los pies y detienen el paso del viajero. Y ¿qué es el religioso, sino un viajero que ca. mina hacia su pátria? Pues sepa que andar entre espi- nas y no lastimarse, es cosa dificultosa, y tal vez im- posible. Poco importa, por otra parte, que esas espinas sean pocas ó muchas, cortas como las del rosal ó largas como las de pitas; porque las espinas todas hieren, to- das punzan y todas lastiman y dan dolor. Pues del mismo modo, poco importa que las cosas supérfivas de que usa el religioso sean grandes 6 pequeñas, si tiene á ellas apegado el corazón. Mirar un objeto como pro- pio, y no aficionarse á él, es cosa harto difícil, y la afi- ción es la que hace brotar esas espinas de cuidados y temores, y la afición es la que hace que el religioso las busque y se apegue á ellas, saliendo tanto más herido y ensangrentado, cuanto más se enredó entre esas es- pinas. Y ¿qué es lo que éstas hieren y ensangrientan del ER Ml El ds de A " | Año Pl

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