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LA VIDA RELIGIOSA peculio hay que atender al trato con los seglares, y... adiós retiro y oración! Sin retiro, sin oración, y con mucho trato de mundo... adiós religiosidad! y sin reli- giosidad, ¿qué es el religioso? Maldición, pues, al peculio, causador de tantos males! Prefiero la soledad del yermo al monasterio donde anida ese mónstruo de iniquidad! Y alabo á los Prelados que prefieren la extinción de los conventos á que se viva en ellos vida particular. Duro con ellas! y: á cerrar los noviciados, para que acaben por consun- ción las monjas que no quieren vida común, ni des- prenderse de su mísero peculio! Él da muerte á la pobreza santa y á la. paz del claustro, á la caridad fra- terna y átodas las virtudes religiosas: por eso te dije antes que dichosa tú y dichoso tu convento donde no es conocido. Y no, porque digo esto, vayas á creer que aquí le conocemos, que á Dios gracias no hay tal: aquí lo perseguimos de muerte y preferimos derribar el convento á consentir que anide en su recinto. Ya en su tiempo-el Bto. Jacopone de Todi, el gran cantor de la pobreza, fustigó con finísima sátira á los quebrantadores de este voto. Penetra él con la mente en suntuosas moradas de religiosos, y... cuántas co- modidades! qué abundancia! cuántas cosas superfluas! qué lujo! qué grandeza!... recorre con ávida y escru- tadora mirada los aposentos, los claustros, las iglesias, y en ninguna parte halla á su amada pobreza: sólo descubre rastros de su paso por aquel sitio, huellas que traducidas á un idioma cualquiera, podrían formar este epitafio: Aquí estuvo la pobreza En tiempos que ya pasaron. A la sátira añade la caricatura este bienaventura- do; y álos, y álas mal avenidas con la práctica de

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