BCCPAM000540-5-07000000000000

Ó CARTAS Á SOR MARGARITA 157 bienes que ella haya cedido en propiedad á la Congre- gación y ésta aceptado, de nada de eso puede disponer por sí propia sin pecar contra la prometida pobreza. Esta es doctrina universal para todas las religiosas, y como el amor propio nos inclina á creer que sobre esas cosas tenemos algún derecho, es menester poner- nos en guardia contra esa maligna inclinación para ser fieles á Dios y á los superiores, dándoles cuenta de todo. La pobreza no permite que sus seguidores tengan con respecto á los bienes materiales, ni los pensa- mientos, ni el juicio, ni el lenguaje, ni las tendencias de los seculares; quiere que nos despojemos de esos hábitos viciosos para revestirnos de los sentimientos de aquel que, siendo rico, se hizo pobre por nuestro amor, naciendo en un establo y muriendo en una Cruz. Y esto que digo no es cosa mia, sino doctrina reciente- mente declarada por la Iglesia, la cual prohibe al reli- gioso, aunque sea de votos simples, el usufructo y ad- ministracion de sus bienes sin el permiso del Superior. Más todavía, necesita ese permiso hasta para aceptar un legado ó una donación que le hagan. Hablando de la pobreza dice San Francisco de Sa- les, que debemos ser los religiosos pobres en efecto y en afecto: en efecto, no teniendo nada; y en afecto, de- jando la afición á las cosillas de nuestro uso y á cier- tos dijes que pudiéramos llamar curiosidades ó vanida- des de religiosos. Y el bendito padre San Juan de la Cruz afea, reprueba y condena mucho el asimiento del religioso á esas preciosidades, aunque sea bajo el pre- testo de devoción, porque dice él que son muy contra la pobreza de espíritu. Y añade el Santo con mucha sal: “Yo conocí á una persona que más de diez años se aprovechó de una cruz hecha toscamente de un ramo bendito, clavado con un alfiler retorcido alrededor, y A A A A AD

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz