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156 LA VIDA RELIGIOSA Za por no vencerse en esas tonterías? ¿No es un dolor que quien despreció lo más, pierda el mérito de su sa- erificio, por no deshacerse: de lo menos? ¿No es una miseria que naufrague en el puerto la nave que en alta mar superó la furia de las tempestades? No seas tú del número de estas tontas, discreta Margarita; no dispongas de cosa alguna sin contar antes con la venia de tu Prelada, pues delo contrario perderás el mérito de la pobreza. No seas tampoco de esas religiosas que quieren ser pobres y que todo les sobre. Esa debe ser una pobreza muy singular; pobre y que nada falte; vamos! es una pobreza muy cómoda! De ese modo creo yo que hasta el judío Rotschild se comprometía á ser pobre, porque á pesar de todos' sus millones, dudo que nada le falte. Y si aun el millonario carece de algo, ¿es posible que la religiosa, pobre vo- luntaria, quiera tenerlo todo muy cumplido y que nada le falte? Y en tal caso ¿qué pobreza sería la suya? ¿Es posible que sea esa la pobreza predicada por Cristo y recomendada por su Regla? No! esa es una pobreza de nuevo cuño, una pobreza inventada por la relaja- ción, y no la pobreza de espiritu, á la cual prometió Jesucristo el reino de los Cielos. Aunque la pobreza en común no sea igual para todos los institutos religiosos, eso no obstante, en el punto concreto de que tratamos ahora se puede afir- mar con toda certeza que en ninguna Congregación religiosa es lícito á ningún súbdito disponer de las cosas sin dependencia del Superior, porque eso lo prohibe en todas partes el voto de pobreza, por simple que sea. Más diré: ni de los regalos ó donativos que reciba la religiosa 4 título de parentesco, de afecto, de gratitud ó de limosna; ni del producto de su trabajo, de su industria ó de su talento, sea el que fuere, en cuanto es reducible á precio; ni aun de los mismos

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