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Ó CARTAS Á SOR MARGARITA 155 razón una Comunidad rica, cuyos individuos están fiel- * mente subordinados al Superior para el uso de todas las cosas, guardará la pobreza particular mejor y con más mérito que otra Comunidad pobrísima, cuyos in- dividuos dispongan libremente de las limosnas que le dan, sin someterse para eso á la total dependencia del Superior, ya sea por la mala costumbre introducida, ya por permitírselo la regla. De modo que en este punto no sólo hay que atender á la austeridad, sino también á la dependencia del prelado, porque sin esto la pobreza perderia gran parte de su valor, y qui- zás todo. Pues según esta doctrina, que es la verdadera, ríome yo de la pobreza de aquellas monjitas que dan ó reciben chucherías (y no chucherías) á escondidas de la Prelada; de la que sin permiso guarda ciertos rega- lillos para cuando venga fulanita, ó cuando menganita llegue al torno; de la que, llevada de su afición, al confesor le envía un recuerdo sin licencia de nadie; de la que por adornar su celda pide á su familia mue- bles, sin saberlo la Superiora; de la que pide permiso para dar un escapulario y luego da una docena; de la que murmura de la Madre porque no la dejó regalar lo que ella quería; de la que se queja porque la Aba- desa le prohibió repartir la caja de dulces que le man- daron de casa; de la que temiendo que la quiten los idolillos, fruto de su trabajo, los da por el locutorio, sin que nadie lo vea, á las visitas que recibe; de la que por sí y ante sí dispone de cosas no concedidas á su uso; y por último, de todas las que hacen de su capa un sayo, sin contar antes con la Madre Priora. ¡Sí! de todas me río, ó por mejor decir, de todas me compa- dezco, porque son dignas de compasión. ¿No es una lástima que quien tuvo pecho y valor para romper con el mundo y dejarlo todo, pierda el mérito de la pobre-

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