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154 LA VIDA RELIGIOSA los Religiosos; y á otras les está prohibida semejante cosa. La orden que profesa más alta pobreza es, sin duda alguna, la primera de las tres que fundó N.S. P. San Francisco; porque los franciscanos, ya sean observantes, ya capuchinos, por decreto del Concilio de Trento, no pueden poseer nada en par- ticular ni en común. No somos dueños ni de los con- ventos en que vivimos ni de las limosnas que nos dan; de éstas, porque no podemos convertirlas en fondos propios de la Comunidad, sino que pasan al dominio del Papa, cuyo delegado (Síndico apostólico le llama- mos nosotros) las emplea en las necesidades de los re- ligiosos;-y de aquéllos, porque ó son de los fundado- res, si se han reservado el derecho de propiedad, y si no se lo han reservado, pasan directamente al dominio de la Santa Sede. Esta pobreza altísima que profesa la Orden en común, alcanza á cada uno de sus miembros en par- ticular, puesto que ninguno tiene asegurada la subsis- tencia para el día de mañana; todos están pendientes de la clemencia de Dios, y descansan confiadamente en la promesa de aquel que dijo: “No os preocupéis por lo que habéis de comer ó vestir: Vuestro Padre celestial sabe lo que necesitáis: buscad ante todo-su gloria y lo demás os lo dará gratuitamente., Y la ex- periencia me ha enseñado que cuanto más confiamos y nos abandonamos en brazos de la Providencia, tanto más largamente suele Dios proveernos y regalarnos; porque, como el salmista dice, Dios se ha hecho refu- gio'del pobre y no desoye sus clamores. Aqui debo añadir que el mérito de la pobreza no consiste solamente en la carencia de propiedad, ni en el uso moderado y pobre de las cosas, sino que tam- bién le da mérito la dependencia y sujeción á la obe- diencia para servirnos de cualquier objeto. Por esta
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