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Ó CARTAS Á SOR MARGARITA 149 para abrir brecha en esa muralla que los santos fun- dadores levantaron alrededor de sus edificios para li- brarlos de las acometidas del tentador. Y el día que éste logra escalar ese muro, se pierde la religiosidad, se cambia lo dispuesto por los fundadores, se anula lo que ellos sabiamente ordenaron, se introducen nove- dades contrarias á la pobreza, se desprecia la austeri- dad primitiva, se hacen innovaciones opuestas al es- piritu de la Orden ó Congregación, y la ruina y la desolación viene necesariamente sobre aquella Reli- gión ó sobre «quel convento en que esto suceda. ¡Ay qué cosas tan tristes me ha enseñado sobre esto la historia íntima de algunos monasterios, las tra- diciones de otros, y algunos manuscritos anteriores á la primera exclaustración! Conozco conventos de mon- jas que mantuvieron intacta la observancia á través de los siglos; en ellos brillaron las virtudes de las Claras y Teresas, de las Gertrudis y Catalinas: fueron nidos llenos de palomas sencillas y castas; y hoy es- tán desalojados y vacios, habitados por cuatro ancia- nas vestidas de hábito. ¿Quién ha causado esa mudan- za? ¿quién ha llevado allí la desolación? ¿quién alejó y aleja hoy de sus recintos las vocaciones, las virtu- des, la abundancia y la prosperidad material y espiri- tual? ¡La ausencia de la pobreza! ¡no me cabe duda! Cayó por tierra ese muro, y se perdió la religiosidad, y con ella todo lo demás. Antiguos conventos de religiosos, moradas un tiempo de grandes santos y de ilustres varones, glo- rias de España, se ven hoy por todas partes converti- dos en cuarteles, en teatros y en alguna cosa peor. ¿Quién les dió ese destino? ¿Cómo se convirtió la casa de Dios en escuela del crimen? ¿Cómo logró el demo- nio tan satánica transformación? ¡No lo dudes, hija mia; derribando el muro de la santa pobreza! Con él
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