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Ó CARTAS Á SOR MARGARITA 143 guerra y la aparten de su último fin; y la pobreza es la llamada á destruir esa alianza y quitar esa ayuda á nuestro enemigo para que en toda la línea quede triun- fante la virtud. ¿Hay acaso virtud alguna á que la po- breza no sea favorable? ¿Y hay algún vicio para el cual no sean poderoso instrumento las riquezas? No en vano dijo Cristo en su Evangelio: ¡Dichosos los pobres! y ¡ay de los ricos! Líbranos, pues, la pobreza santa de muchos peli- gros y tentaciones; nos pone en ocasion de sufrir y de practicar virtudes heróicas; nos asemeja á Jesucristo, hecho pobre por nuestro amor; y ésta es otra de sus muchas excelencias. Yo no sé, querida Margarita, lo que tiene la pobreza santa, que nos acerca á Dios, por- que Dios la quiere cerca de sí. Para venir al mundo, quiso que le recibieran en sus brazos la virginidad y la pobreza: á los pobres pastores fué á los primeros que admitió en su compañía, llamándolos por medio de un ángel: á los pobres pescadores escogió para apóstoles suyos; á los pobres predicó su evangelio, y á los pobres prometió el reino de los Cielos. Si esto no consuela á los pobres cristianos, no sé qué consuelo hallarán en la vida; y si esto no anima al religioso á practicar y amar la virtud de la pobreza, no sé qué lo animará á ser po- bre de espíritu. Esto sin duda alguna fué lo que hizo á Nuestro Se- ráfico Padre San Francisco enamorarse tanto de la pobreza, que le cantaba amorosas endechas, la llama- ba su esposa, y nos encargó que la amáremos como á madre y fundamento de la Orden. Amemos, pues, la seráfica pobreza, porque ella es mina de santidad, tesoro de la Iglesia, camino del Cielo, mesa del Rey de la gloria, puerto de seguridad, fuente de eternos bienes, vía recta de perfección, descanso de los religiosos y nobleza de los siervos de Dios. ¿Qué más diré? Ella es
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