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140 LA VIDA RELIGIOSA la pobreza voluntaria ésta que. aquí vamos diciendo, puesto que ella hace al hombre feliz aun en esta vida, de la manera que aquí podemos serlo. Sólo puede lla. marse feliz en este mundo el que tiene todo lo que quiere, con tal que no quiera nada malo: y esta felici.- dad la posee como nadie el pobre voluntario. Él tiene cuanto quiere, porque se conforma y contenta con lo que tiene, sin desear más; y como no habiendo deseos que satisfacer, el hombre descansa satisfecho y feliz, síguese por consecuencia forzosa, que la pobreza yo: luntaria da la felicidad al hombre en esta vida. Facil es gue en estos tiempos de necesidades ficti- cías y sibaritismo real no sea entendida ni atendida esta sublime filosofía del evangelio; pero no por eso dejará de ser una verdad patente, á todo el que no sea ciego voluntario, que la verdadera felicidad del hombre en esta vida no consiste en poseer mucho, sino en desear poco, ó en no desear nada; así como la infe- licidad no está precisamente en ser uno pobre, ni en ca- recer de algo, sino en la sed devoradora y en la ambi: ción. insaciable que tiene el hombre, y no quiere arrancar de su corazón. Bien lo entendió el que dijo: Si á ser pobre me acomodo, Tendré riqueza sobrada: Pues cuando no quiera nada, Entonces me sobra todo ¿Y quién será más dichoso? ¿Aquél á quien todo le sobra, Ó aquél á quien todo le falta? ¿Quién será más feliz? ¿El que nada desea, ó el que está continuamente deseando? ¿El que nada quiere ó el que está herido por el aguijón de la avaricia? ¿El que está satisfecho, ó el que está atormentado por una sed devoradora? Claro es que tan dichoso es el primero como desdicha-

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