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Ó CARTAS Á SOR MARGARITA 135 temporal, porque supone mayor sacrificio y fija siem- pre y totalmente al alma en el estado de perfección. Es verdad que los votos simples y temporales tienen la ventaja de inspirar un temor saludable de ser echado de la Congregación si no se se porta uno bien; y eso es un sostén para nuestra flaca naturaleza. Es cierto tam- bién que al que tiene esos votos de vez en cuando se le da ocasión de renovar su sacrificio con plena libertad; pero ¿quién ha dicho que el profeso solemne carece de esa ventaja y no puede renovar cada día sus votos con tanto mérito como si' de nuevo los hiciera? No; no ca- rece de esa ventaja, y tiene además la de verse libre de su propia inconstancia y no estar expuesto á las tentaciones del demonio, cada vez que se llega al tiem- po de renovar los votos. Llegado ese tiempo, el reli- gioso de votos temporales obraría mal, omitiendo la renovación sin el consentimiento de su Prelado; pero si éste por justo motivo se lo prohibe, ya no puede re- novarlos y deja entre tanto de ser verdadero religioso. En este punto conviene fijar la atención sobre un yerro muy grave que suele cometerse en la elección de instituto ú Orden religiosa. Cuando una persona siente en su alma la llama de la vocación divina, antes de resolverse á ponerla por obra suele preguntarse: ¿Escojo una Orden de votos solemnes, ó una Congre- gación de votos simples? ¿Dónde estaré yo mejor? ¿Dón- de podré hacer más bien? Esta cuestión está mal plan- teada de ese modo, y es lástima ver que la plantean así algunos confesores ó directores poco versados en los caminos del espíritu. ¿Que dónde estarás mejor? ¿que dónde harás más bien? ¿Acaso vás á la Religión 4 bus- car tus comodidades y bienestar? ¿Por ventura está tu santificación en hacer mucho bien al prójimo y mucho ruido en el mundo, ó en hacer lo que Dios quiera do tí, aunque sea estar escondido debajo de una estera? ¡No!

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