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130 LA VIDA RELIGIOSA alma religiosa? Tengo hecho con Dios un convenio en el que yo me obligo 4 servirle con fidelidad y Él á pre- miarme con magnificencia. Quien esto me promete, no sólo es fiel 4 sus promesas, sino sapientísimo y omnis- ciente: Él está en todás partes, lo ve todo, y ni el más mínimo servicio mio escapará á su divina mirada. Él penetra mi corazón, Él ve mis intenciones, Él conoce mis deseos, y no habrá afecto en mi alma, ni suspiro en mi pecho, ni obra buena en mi vida sin valor á sus ojos. Nada para Éf pasará desapercibido; porque todos mis actos los tiene presentes para recompensarlos, si están en armonía con la promesa que le hice delibera- damente. Esta última palabra expresa otra de las cualida- des esenciales del voto, porque un voto hecho sin de- liberación, es decir, sin conocimiento de lo que se promete, sin libertad para dejar de hacerlo, sin con- sentimiento de la voluntad ó sin determinación de obligarse, sería completamente nulo. El voto privado ó particular obliga solamente en la forma, modo y tiempo que uno quiere obligarse; pero el voto religioso obliga en la forma, modo y tiempo dispuesto por la Iglesia; de suerte que uno es libre para hacer ó no ha- cer votos en la Religión, pero una vez que los hace, no es libre para limitar ó restringir su materia, forma, modo, tiempo y obligaciones; sino que los ha de hacer en el sentido determinado por la regla y Religión que abraza, so pena de cometer un crimen de refinada hi- pocresía, pecando gravisimamente y haciendo nula su profesión. Es cosa muy seria y muy grave la emisión de los votos religiosos; y por eso la Iglesia Santa ha dispuesto que quien los ha de emitir, pase uno, dos ó más años de noviciado (según las Órdenes y Congrega- ciones religiosas); para que en ese tiempo el individuo sepa lo que va á prometer, y vea si tiene valor y fuer-
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