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Ó CARTAS Á SOR MARGARITA 125 pobreza, el voto de castidad y el voto de obediencia, no es la virtud de la pobreza, ni la virtud de la cas- tidad, ni la virtud de la obediencia, sino cosa muy distinta, tan distinta, que se puede pecar contra la virtud sin quebrantar el yoto, porque una cosa es, V. gr., faltar á la obediencia y otra muy diversa infringir el voto de obediencia. Faltar al voto de obe- diencia, esto es, quebrantarlo, será siempre peca- do mortal; y faltar á la simple virtud de la obediencia no es siempre culpa mortal, sino que puede muy bien ser venial, como de ordinario acontece. Todo pecado contra el voto lo es también contra la virtud, pero no todos los pecados contra la virtud lo son con- tra el voto directamente, porque éste se limita á lo grave y aquélla se extiende á lo grave y álo leve. Sin embargo, es mucha verdad que quien falta fre- cuentemente á la virtud, se pone á peligro de faltar al voto, porque no en vano dice el Espíritu Santo, que el que no repara en cosas pequeñas, poco á poco caerá. Otra diferencia muy notable entre el voto y la virtud, es que en ésta podemos crecer siempre y en aquél no. En este caso la virtud puede ser comparada á un tesoro, y el voto á la alcancía donde lo guarda- mos; el tesoro lo podemos acrecentar cada día, pero la alcancía no. Es verdad que ella será tanto más rica cuanta más riqueza contenga, y aumentará su valor 4 medida que aumenta el tesoro de las virtudes, y preci- samente en aumentarlo está la felicidad y la perfec- ción del religioso. Por lo dicho comprenderás que el voto es como un medio para alcanzar la virtud, y siendo medio no falta alguna ignorante que lo tome como fin, y una vez hechos los votos, crea que no hay más que hacer, y descuide las prácticas de las virtudes objeto de sus votos, quedándose por lo mismo dentro del claustro con más defectos y menos virtudes que los | | I j a

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