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Ó CARTAS Á SOR MARGARITA 107 á mayor grado de santidad y haciéndola correr por ese camino largo con tal presteza, que llegue á la perfec- ción antes que el religioso de vida contemplativa, que camina despacito, ó que no camina; y está sentado so- bre el polvo de sus miserias, confiado en que su senda es más corta ó más recta que la delos otros. ¡Ay, qué reprensible es este descuido, y qué necia esa vana confianza! Muchos piensan que basta pertenecer á una Orden llena de santos para ser santos; vivir en una religión perfecta para ser perfectos religiosos; empren- der una senda recta para llegar al término antes del que va por otra senda curva. ¡Error, error craso y las- timoso! La santidad es una cosa personal é incomuni- cable; la perfección es una cosa propia del religioso, y su adquisición depende en gran parte de la celeridad con que se anda por conseguirla. ¡Oh, y cómo nos aver- gonzarán el día del juicio muchos que fueron por el camino largo, y llegaron á la perfección antes que nos- otros, que vamos por el camino corto! ¿Qué camino más corto para llegar á la unión con Dios que el de la vida contemplativa? ¿Qué medios más apropósito para hacernos santos que la oración continua, el silencio no interrampido, la abstracción del mundo, la soledad venturosa y la ausencia de peligros con que se vive en clausura? Y, por el contrario, ¿qué camino más largo para llegar á Dios que el de la vida activa? ¿Qué obstácu- los mayores para la santidad que estar todo el día asistiendo á enfermos fastidiosos, cuidando de pobres viejos, tan pobres como ingratos, educando niños re- voltosos y mal criados, bregando con locos dementes todo el santo día, en medio del mundo, lejos de la so- ledad y cercado de peligros por todas partes? Pues sin embargo, veo en medio del siglo muchas religiosas, superando todos esos obstáculos, corriendo por el ca- | p Mar > e.

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