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Ó CARTAS Á SOR MARGARITA 105 distintos de los que señalan las leyes y costumbres de su Religión, bien puede creer que el demonio le enga- ña, que anda extraviado y que nunca será, no digo perfecto, pero ni siquiera buen religioso. Y ¿cuántos caen en este error práctico? He conocido religiosos mendicantes que, alejados de la predicación, del retiro y de la austeridad propia de su Orden, en todas partes querían poner escuelas y dedicarse á la enseñanza, como si fueran escolapios; he conocido escolapios tan fervorosos y amigos del retiro, que aborrecían el bu- llicio de las clases y amaban el silencio de los claustros capuchinos: he visto elarisas que lloraban por no poder dedicarse á la enseñanza de las niñas, para formar su corazón y educarlas en el temor de Dios; he visto re- ligiosas de la Enseñanza que gemian por no poder zafarse de las niñas para dedicarse á la oración, á la penitencia y contemplación de las clarisas: he visto... pero ¿para qué voy á decirte lo que he visto? He visto errores y horrores en este punto; he visto introducirse en una Orden prácticas de otra Orden de tendencias muy distintas; he visto usurpar á ciertos individuos ó individuas de una religión, las costumbres ó ejercicios de otras religiones, dejando despreciados ó abandona- dos los de la suya propia: y esto claro está que es cosa diabólica, porque tiende á confundirlo todo, á menos- preciar las leyes, usos y costumbres de la propia Orden, lo cual es cosa diabólica y muy ajena de perfección. ¡Nó! Jamás se santificará un religioso, olvidando las prácticas de su religión por seguir las de otra! ¡Jamás llegará una religiosa á la perfección por ese camino! Cada religión tiene su vida propia, su objeto propio, su perfección propia y sus medios propios y adecuados para llegar á esa perfección; y el religioso que ya á otra Orden á buscar medios para ser perfecto, crea que el demonio lo engaña, porque lo que es loable en un
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