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104 LA VIDA RELIGIOSA de la misma naturaleza específica, que la perfección propia de su instituto; segunda, que la perfección la ha de buscar por los.medios y caminos prescritos en su religión, y no por los prescritos en otra alguna, por santísima que sea; tercera, que debe caminar á la perfección de la manera y forma que su regla ordena, y no del modo ni al paso que á él le agrade. Y si aspira á otra perfección distinta de la de su Orden, ó por otros medios de los que ella prescribe, ó de diferente manera que ella los emplea, entonces yerra sin duda alguna, y jamás será perfecto. De la Hermanita de los Pobres que, olvidando sus deberes, se entregara por completo al retiro, al silencio y 4 la contemplación, bien podía- mos decir que andaba ilusa y fuera de camino; y por el contrario, de la Capuchina que quiera dedicarse á la enseñanza, ó á cuidar enferma, bien podiamos pensar, no sólo que estaba engañada, sino que había perdido el juicio. Las virtudes religiosas son propias de todos los religiosos; pero no por eso puede el religioso dedi.- carse á la práctica de la que más le agrade, sino que debe ejercitarse con preferencia y de un modo especial en aquella que es el fin y distintivo de su instituto; de lo contrario caerá en muchas ilusiones, cometerá mu- chos yerros, correrá fuera de camino, y cada vez se irá alejando más de la perfección religiosa. Cada orden y cada instituto tiene su fisonomía pro- pia, su regla, sus constituciones, sus tendencias, y por decírlo así, su espíritu propio, del cual deben estar penetrados y revestidos todos sus miembros. Ese espí- ritu y esa tendencia le marca al religioso la dirección que debe seguir, el camino que debe llevar, y las prác- ticas á que debe dedicarse para cumplir su vocación y alcanzar la perfección individual propia de su institu- to: y si toma otra dirección, ó busca otra perfección, 6 pretende llegar á ella por otros medios y otros caminos
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