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98 LA VIDA RELIGIOSA responder de culpas que no ha cometido. Lo que hizo Pedro, ya lo pagó él dejando de ser; y no he de consen- tir que se paguen las cosas dos veces, ni mucho menos que pague Fr. José culpas que no ha hecho. Cada uno pagará por lo suyo: Pedro pagó ya con la profesión re- ligiosa todo lo que hizo, y Fr. José pagará por lo que él haga desde que comenzó á existir, que fué el momento mismo en que pronunció sus votós. Y con esto quedó el demonio burlado y vencido, y el religioso volvió en sí, bendiciendo la hora de su profesión. San Anselmo cuenta otro ejemplo de un monje de su tiempo, tan semejante á éste, que parece la primera edición del mismo; y asi, aunque éste no fuera más que copia de aquél, siempre mostraría otro de los efectos de la profesión religiosa, que es dar muerte al hombre viejo, según frase de la Escritura, lo cual también el bautismo lo causa, En el bautismo el alma renuncia al mundo y á Satanás con sus pompas y vanidades, y deja de ser esclava del demonio para convertirse en sierva de Dios. ¿Pues qué otra cosa más que ésta hace uno con sus votos? Desde el momento que los pronunciamos, morimos al mundo con cuanto le pertenece; renuncia- mos las obras y los caminos del diablo, y esta renuncia es más enérgica, más entera y más perfecta en la pro- fesión que en el bautismo, como se deja entender: de modo que por los tres yotos recibe el fomes peccati tres golpes de muerte. La religiosa que los hace muere por completo para el mundo, ya no es la que era antes en el orden social, y la ley canónica la conceptúa como si dejara de existir entre los hombres. El mundo ya no la conoce ni la tiene por suya, y por eso cuando se pre- senta en él, la mira como si fuera extranjera de región lejana, como si fuera un alma venida del otro mundo. Muerta así la religiosa para la tierra, vive sólo para el Cielo y su yida está escondida con Cristo, en Dios, se-

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