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92 LA VIDA RELIGIOSA (Cor. XV.) es decir que cada dia hay que golpear y martirizar á la flaca naturaleza con el azote de la mor- tificación, palabra que significa causar la muerte, y causarla lentamente y cada dia, y todo el dia: como en otro lugar se expresa el Apostol: Propter te mortifi- camur tota die. Y este martirio bien se ve que aventa- ja con creces al martirio de las persecuciones. Además el mártir muere por dar testimonio de fi- delidad y amor á4 Cristo, porque mártir significa testi- g0: pues siendo esto así, ¿qué testimonio es mayor? ¿El del martirío que dura un dia, ó el del martirio que du- ra toda la vida? ¿Qué fidelidad es más á prueba, la de un tormento pasajero, 6 la de un martirio continuado? Ciertamente que el religioso fiel 4sus promesas da tan- ta gloria á Dios y tanto estímulo al prójimo como un mártir verdadero: estímulo al prójimo con el buen ejemplo y con la práctica de las virtudes, que es la predicación más elocuente; y gloria á Dios, proclaman- do su dominio universal y sus derechos á todos nues- tros servicios. Añádase á lo dicho, que la profesión religiosa no encierra un solo martirio, sino Íres, y se verá cuánto sube de punto su mérito y excelencia. La pobreza vo- luntaria es de por sí sola un martirio, según enseña San Bernardo. Cristo promete la misma recompensa á los mártires que padecen persecución por la justicia, que á los pobres de espíritu; y no se lo promete, sino porque la pobreza de espíritu es de suyo un martirio para la codicia del hombre. Poseer riquezas con la se- guridad que traen consigo para lo venidero, y renun- ciar esos bienes, y hasta la posibilidad de tenerlos, abrazándose con las privaciones de la pobreza y las ineertidumbres del porvenir, eso es más duro y dolo- ros0 para el corazón humano, que si le arrancaran las carnes con gartfios acerados. En el fondo del corazón
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