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A 86 LA VIDA RELIGIOSA clavos traspasaron los miembros de Cristo de tal modo, que suspendido su cuerpo en la cruz sobre tres puntos á cual más doloroso, esa posición violenta hubo de cau- sarie un sacrificio continuo y universal en todo Él; y algo parecido acontece en la vida religiosa, donde los tres votos colocan al hombre en posición tan violenta á la flaca naturaleza, que le produce un martirio uni- versal que se ha de alimentar continuamente con el fuego de la mortificación. Finalmente, los clavos unie- ron á Cristo tan estrechamente á la cruz que, humana- mente hablando, no podía desclavarse ni desasirse de ella. Y los votos solemnes ó perpétuos clavan al religio- so de tal suerte á la cruz de su estado, que le es imposi- ble desclavarse ni desasirse de ella. Así clavado se halla suspendido entre el cielo y la tierra, siendo con su sa- crificio espectáculo agradable á Dios, 4 los á ngeles y á los hombres. Pero, ¡ay, querida Margarita! que no todos Jos re- ligiosos se hallan místicamente erucificados con Cristo, ni están suspendidos entre el cielo y la tierra. Hay al- gunos que, á fuerza de moverse y tirar han desgarrado las heridas, se han salido de los clavos ó los han roto, han caido á tierra y se arrastran desesperados por el lodo. Hay otros que quieren bajar de la cruz, dejando á Cristo solo padecer en ella. Hay quien se arrepiente de haberse crucificado y quiere ahora en la cruz verse rodeado de comodidades. Hay quien no quiere consu- mar el sacrificio ni beber la hiel y vinagre, dejándola toda para el Redentor. Hay quien estando en esa cruz no pronuncia de corazón, ni quizá de ningún. modo, aquel ¡Padre, perdónalos, que no saben lo que se hacen! Hay quienes desde esa cruz exclaman: ¡Sitio, sed tengo! pero no como Cristo, sed de padecer, sino sed de gozar y disfrutar los placeres miserables de este mundo. Hay... pero, ¿á qué proseguir?

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