BCCPAM000540-5-07000000000000

Ó CARTAS Á SOR MARGARITA 85 la mística cruz de su estado. Cuando él como victima voluntaria se prepara el sacrificio durante el novicia- do, no hace, por decirlo así, otra cosa que tomar la medida y labrar la cruz en que libremente se ha de ofrecer á Dios en holocausto. Llega la hora de consu- mar el sacrificio, llega el momento de la profesión, y los tres votos le clavan en esa cruz con tal perfec- ción, que puede repetir de nuevo con el Apostol: “Aca- ba de ser crucificado el hombre viejo:, Vetus homo noster crucifizus est. (Rom. 6.) Y crucificado así el hom- bre viejo, nacido según el terreno Adán, ya no debe vivir en él más que el hombre nuevo, nacido, según el Adán celeste; ya no debe vivir en él más que Jesu- cristo, para poder decir como San Pablo: “Crucificado estoy con Cristo, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí., En esta mística crucifixión del religioso, hay tam- bién muchos puntos de contacto y semejanza con la de Jesucristo; porque al religioso no le crucifican sus culpas, sino el amor, no le mueve á vivir crucificado su propio provecho, sino la gloria de Dios y el bien de las almas; así como al Salvador no le pusieron en eruz sus culpas, sino las ajenas; no su provecho sino el de las almas, no su gloria, sino la de su Eterno Pa- dre. Los clavos cosieron las manos y los pies del Reden- tor con la cruz de tal manera, que ni podía moverse, quedando así á la voluntad de sus crucificadores; y el religioso desde el momento que profesa, se queda tam- bién en tal sujeción que no puede moverse de una parte á otra sin permiso de sus superiores. Los clavos que abrieron los pies y manos de Jesucristo echaron fuera con violencia, á los golpes del martillo, cuanto encon- traron al paso; y los votos en el buen religioso, arrojan también y echan fuera todo afecto desordenado que le impida vivir en continuo sacrificio. ¿Qué más diré? Los

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz