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82 LA VIDA RELIGIOSA han creído siempre que el Creador estaba indignado contra la raza humana, por aquella primera culpa que trastornó la armonía de la Creación; siempre han creí. do que la fea mancha de aquel primer pecado nos ha- bía contaminado á todos los mortales; que esa mancha no podía ser lavada, sino con sangre y con sangre inocente derramada en sacrificio, y que ese sacrificio podía aplacar la cólera celeste y hacernos salvos á todos. Pero ¿quién enseñó á los hombres tan altas ver- dades? ¿Quién les hizo comprender que la sangre de- rramada por venganza mancha, y la sangre derramada en sacrificio purifica y salva? ¿Quién enseñó á los mor- tales ese secreto misterioso escondido en la sangre por una causa más misteriosa todavía? ¡No la ciencia ni la razón! porque éstas lo mismo descubren en la san- gre derramada de un modo que de otro; y por lo mis- ! mo para explicar ésto hay necesariamente que acudir á la revelación y á las tradiciones del género humano. Porque fundándose, como se funda, el sacrificio en la virtud purificante de la sangre que en él se derrama, virtud que está allí escondida por una causa misterio- sa superior á los alcances de la razón y de la ciencia, resulta claro que esa virtud debió adquirirla la sangre antes que fuera derramada en sacrificio la vez prime- ra; y como los sacrificios sangrientos vienen estable- cidos desde los tiempos de Caín y Abel, se sigue evi- dentemente que esa virtud es anterior 4 los primeros hijos de Adán, y por consiguiente contemporánea de aquel trágico suceso que la Escritura llama prevarica- ción del hombre. Con esa prevaricación y su tremendo pecado que- dó estragada en Adán la naturaleza humana, corrom- pida su carne y su sangre, y con ella la de todos sus descendientes; por lo cual procedía en ley de justicia que se diera contra toda la humanidad sentencia de LA A A A
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