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DIR ¿qué abandono merecerá el hombre pe- cador que de suyo es árbol seco, carga do con la escoria de sus vicios? Ah! ver daderamente merece el alma pecadora que Dios la desampare; y el desamparo de Dios equivale á borrarla del libro de la vida y abandonarla para siempre. Jesús amabilísimo! Por el desamparo que sufriste en la cruz, no nos abando. nes nunca, á pesar de nuestras ingrati tudes. Ampáranos ahora en los peligros de la vida; ampáranos sobre todo en la hora de la muerte, y condúcenos á la dicha eterna: Te lo pido por las angus- tias que sintió tu alma al decir en la cruz: Dios mío, ¿por qué me has abando nado? “GE LL GIN

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