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Qué Madre nos ha dado el cielo! Ella vela por nosotros con solicitud maternal; atiende nuestras plegarias, bendice nues tras obras, socorre nuestras necesidades, oye nuestras súplicas, alivia nuestras pe Das, y nOs ama con mayor ternura que la más cariñosa madre al más amado de sus hijos. Oh consoladora idea la de la maternidad augusta de María! Oh Ma- dre de misericordia y de toda consola ción! ¿Cómo viven los hombres en la ti.- rra tan olvidados de tu cariño maternal? ¿Cómo no se cuidan los mortales d er virte con afectos de hijos? Si eres nues- tra Madre, ¿dónde está la honra y el amor que te debemos? Dónde la corresponden- cia á tu cariño maternal? Dónde la con- fianza en tu bondad soberana? Herma nos carísimos, ¿cómo vivimos tan olvi dados de nuestra Madre? Por qué no le tenemos más afecto y devoción? Oh! So- mos de verdad hijos ingratos, que no hacemos caso de loque debemos á esa Madre. Somos más que ingratos, cuando perdemos por el pecado la vida de la gra- cla que nos dió tan á costa suya. Basta

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