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— 4] entre dos ladrones, para ejercer allí su ministerio, mostrando al mundo que era sacerdote supremo que perdona y ab- suelve al pecador arrepentido, y Juez soberano de vivos y muertos, (1) que condena al hombre obstinado en su maldad. Dimas y Egesta se llamaban aque- llos dos malhechores crucificados con Cristo; y el último de ellos, en el pa- roxismo de la desespereción, hacía co- ro con los escribas y fariseos, blasfe- mando dJel Salvador, y diciéndole: Si tú eres el Cristo prometido en lá ley, pruébalo ahora, librándote de la muerte y librándonos á nosotros que contigo pa decemos. Sino lo haces quedarás por engañador, que hacias milagros por arte mágica (2). Dimas, al revés de su compañero, cuando oyó la primera pa: labra de Jesucristo, conoció que aquello no podía decirlo un simple hombre; sin- tió que un rayo de luz penetraba en su alma y le descubría la grandeza y divi- 2) Act. V. 42 (D Luo. 23, 89. 5
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