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ñiol, y al derecho que tengo de vestir el traje que me venga en talante, y de se- guir los consejos evangélicos. Y si por es- to me persiguen los adversarios de los re- ligiosos, sepan esos desgraciados que yo, pobre hijo de San Francisco, objeto de sus iras, rogué siempre por ellos, como Jesucristo en la Cruz; los amé personal- mente, y pagué con cariño del alma el odio que me profesaron. Por amor de Cristo crucificado los perdono, y si ellos, ciegos; me han jurado muerte y extermi- nio, yo les juro amor y piedad, mientras mi corazón palpite dentro de mi pecho. Quiero que no ignoren los enemigos de las órdenes religiosas, quiero que sepan mis perseguidores, por si esto pueda lle- var un rayo de luz ásu mente, ó un poco de ternura á su corazón, que mi úl- tima palabra será palabra de perdón pa- ra ellos; que abrazado con mi crucifijo en el lecho mortuorio, diré como el Sal- vador expirando enla cruz: Padre, per- dónalos, que no saben lo que hacen.

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