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A el altar ora por su pueblo, (1) oficiando de mediador entre Dios y el hombre; ha- bla en fin como Padre amorosísimo que en la última hora dá á sus hijos los más sabios consejos. Oigamos, pues, con su ma reverencia esos últimos consejos de nuestro Padre Jesús; escuchemos devo tamente la postrera plegaria de nuestro medianero y abogado para con el Padre celestial; y estudiemos las últimas ense ñanzas de nuestro divino Maestro. (2) Jesús mueve sus labios acardenalados, y está á punto de proferir su primera pa labra. Qué dirá? ¿Va á pronunciar una de esas frases creadoras que fecuadan los abismos de la nada? ¿Va su engua á pronunciar una de esas palabras omuni- potentes, con las que dió mil veces ha- bla al mundo, salud al enfermo, oido al sordo, vista al ciego, movimiento al tulli- do y vida á los muertos? (3) Al contra rio, ¿va á proferir una maldición divina, de esas que lleyan consigo la muerte, y 1 Joel. 11, 17. 2) Mat. XXIIT, 10 38) Luc. VII, Y, l | l | | ]
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