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a decretos divinos, ese Hombre-Dios entre gó sus espaldas á los azotes, su cabeza á las espinas, sus manos y piés á los cla vos, su cuerpo á la cruz, y en ella está clavado, eomo víctima cruenta, inmo- lándose en sacrificio por la raza huma- na: abí está como sacerdote eterno, ofre- ciendo el sacrificio de la Redención: por- que Cristo en la cruz es á un tiempo mis- mo sacrificador y sacrificio, sacerdote y víctima, y con ese doble carácter habla desde ella. Sus tres primeras palabras son de sacerdote que ora, absuelve y pre dica; las otras tres son de víctima que clama, se inmola y triunfa, consumando el sacrificio, y la séptima es juntamente palabra de sacerdote y de víctima, que ofrece al padre el holocausto de sí mismo por la redención del hombre. En la primera palabra ora Jesucristo como Sacerdote sumo, mediando con su eterno Padre, y pidiéndole por los peca dores: en la segunda ejerce su sacerdocio eterno, perdonando y absolviendo el pe cador arrepentido que confiesa sus cul pas; en la tercera, como sacerdote de la DA A A a o da: mr
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