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PES quedó sujeto á sus pasiones, esclavo del demonio y reo de penas eternas, (1) Caído el hombre en estado tan mise- rable, Dios pudo dejarlo en él, como dejó á los ángeles rebeldes, y esto pedía á vo ces la justicia divina; pero, dando el Se for más oído á su amor de padre que á su rectitud de Juez, y atendiendo más á la desventura en que veía caído al hombre, que á la injuria espantosa que de él hubía recibido, determinó redimir- lo y rescatarlo del cautiverio del pecado. Mas, ¿de qué medios se valdrá el Eterno para realizar sus designios? Bien podia Él perdonar gratuitamente la ofensa ho- rrible que le había el hombre inferido, y así lo demandaba su piedad infinita: pero, si perdonaba gratuitamente, po niendo en juego toda su misericordia, la Justicia eterna, que pedía el castigo del culpable, quedaría siempre quejosa, re- clamando sus derechos. En rigor teológico Dios podía mandar ur Serafín, rico en merecimientos, á pa 1) Gen. TIT, 18,

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