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A id a, E0E Él en el momento de expirar, para de- mostrar que es dueño de la muerte y de la vida, y que puede tomar una ú otra, según le plazca (1). Es más; ese grito de Jesús, cuando quiso entregar su espíritu en manos del Padre, fué un mandato su- y0á la misma muerte para que se acer- cara á Él y realizara su obra. Alií estaba la muerte al pié de la cruz, vencida y prisionera de Cristo, sin atre- verse á tocar con su horrible guadaña al autor de la vida; y el Redentor la llama con autoridad suprema en el instante de expirar; y la llama con un grito formida- ble, para revelarnos que muere potesta- tivamente, como dice San Jerónimo (2); y que la muerte no se le acerca, hasta que Él la manda llegar con imperio, or- denándole ejercer su oficio, como verda- dero dueño y soberano suyo, dando así al mundo la última prueba de que es Dios. Esta prueba de la divinidad de Cristo fué tan patente y tan soberana, que has- (1) Joan. X.17. (2) Com.in Marco,

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