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— 115 — otra la del ciudadano; una es la misión del político, otra la del magistrado, y ca- da misión de esas jmpone deberes que cumplir. ¿Cumplimos bien los deberes que esta misión secundaria nos impone? ¿Desempeñamos bien las obligaciones del estado, cargo ó empleo en que nos ha co- locado la providencia de Dios? ¿Cumpli- mos en justicia con lo que exige de noso- tros la fé católica que profesamos? Ay, hermanos carísimos! miremos cuál es nuestra vida, que el día menos pensado nos abrirá la muerte las puertas espan- tosas de la eternidad; y para ser felices en esa eternidad, es preciso poder repe tir con verdad esta palabra de Cristo en la Cruz. Consummatum est! Felíz aquél que en su último trance pueda decir con ver- dad: He cumplido como buen cristiano, he terminado gloriosamente la carrera de mi vida; peleé como buen soldado las batallas del Señor; observé la ley divina; guardé mi fé al Altísimo, y solo me res- ta ceñir la corona de la gloria, porque en la tierra consumé gloriosamente mi carrera. Consummatum est.

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