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oo dentro de si y arrepentirse de sus iniquidades y lavarlas en las aguas de una penitencia saludable, atendido que no intenta la muerte del pecador, sino que se convierta y viva (1). Mas, qué dicha tan inefable sobreviene al alma que se conmueve, cuando Dios ladirige sus acen- tos para que salgadelcamino de perdicion! Mien- tras el pecador vive olvidado de Dios y de su ley, anda este Dios amoroso, como el cazador dis- parando saetas tras la paloma fugitiva que preten- de herir en una ala, para cogerla antes que caiga en las ufas de las aves de rapina. Si esta alma las- civay estraviada llega a abrir su corazon a alguno de tantos dardos como la envia Dios, entonces este la sale al- encuentro, la estrecha entre sus brazos, la aplica & su Corazon y lo sella con sus ésculos de amor. Y como aquella empieza 4 amarlo como & fuente de toda justicia, empieza tambien ¢1 a descubrirla los tesoros del amor divi- no, que antes no podia ver, obcecada como se ha- llaba en las tinieblas del pecado. jAh! El amante Corazon de Jesus se deleita, cuando el pecador le entrega el suyo; porque, no queriendo atraer a si 4 nadie con violencia, esta esperando que nuestra voluntad, escitada por su gracia, corresponda asus celestiales inspiracio- (1) Ezequi cap. 33. v. 11. 6
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