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operaciones y las palabras de los afectos que con- servamos en el santuario escondido del alma: son estos una flor que se abre tan pronto como la ecasion se presenta; y despide suave olor de vir- tud, si el amor es santo; 6 abominable hedor de planta venenosa, si es profano; pues, como por un instinto necesario, lo que abunda en el corazon, sale por los labios. (1) Conocémos por lo tanto, que amamos, cuando nuestras obras y palabras se emplean en obsequio del objeto en quien tene- mos fijo nuestro pensamiento. jQué luminosamente se nos descubre el amor que el Corazon de Jesus tiene 4 su Padre celes- tial, al examinar las palabras que pronuncia su lengua divina! Ji alimento es, dice 4 sus discipu- los, hacer la voluntad del que me envid. (2) No bus- co hacer mi voluntad, dice al pueblo, pues he baja- d» del Cielo, no para hacer mi voluntad, sino la de mi Padre que me envio. (3) Yo honro 4 mi Pa- dre y no busco mi gloria, (4) ni hago jams sino lo que es de su agrado. (5) Ese amor del Corazon de Jesus se demuestra aun mas esplendoroso cuando vi 4 cerrar la car- rera de su vida mortal, dirigiéndose 4 sus disc:- (1) Ex abundantia cordis os loqnitur. (Math. ¢. 12v. 84.) (2) Joanc. 4 vy. 34. (3) Thid, cap. 6. v. 39. (4) Ibid, cap. 8, v. 49. 50. (5) Quae, placita sunt eis facio semper.

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