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en Si mansedumbre, sufriendo siempre los mismos es- carnios, que le hacia la turba infiel, ora hiriendo su santo rostro, cubierto con trapo vil, y tratan- dolo de profeta falso y Dios fingido, ora doblan- do ante ¢l la rodilla y burlandose de él, como de un Rey fatuo, sin fuerza ni poder. Porque jAy! estos denuestos aun duran en las irreverencias, con que le ofenden los hombres, y en los sacrile- gios, que se cometen: y si no vemos correr la sangre de esta victima, por que el Hijo de Dios no pudo morir sino una sola vez, no por eso es ménos denostado, que cuando lo hollaba con in- munda planta el sacrilego sayon. Era enténces Jesus la sagrada victima, que por su propia vo- luntad se anonadaba ante su eterno Padre, apla- cando. sus iras, purificando la tierra, que regaba con su sangre, santificando los espacios con sus gemidos, y conmoviéndose su corazon entre una tempestad de contumelias; mas, ahora aun corre misticamente su sangre, y la ofrece sin cesar; para que perdone al mundo ingrato. Viera un Profeta venir al Salvador justo y pa- cifico; y al contemplar la ftltima de sus obras, exclamé como extitico, diciendo: 3‘Cudl es el bien de él, y qué es lo mas hermoso que tiene, sino el trigo de los escogidos y el vino que en- jendra virgenes”? (1) jAh! Si; lo que hace que (1) Zachar. cap. 9. v. 17.
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