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—322— morados de tu infinita caridad y de los dones del Espiritu Santo, que recibiste en toda su plenitud, dignate acoger con benignidad nuestros senti- mientos de humilde adoracion, con que te alaba- mos y bendecimos, recordando el gozo inefable que tuviste en aquel momento, porque empezaba ya la obra de nuestra redencion. Coneédenos, Se- for, los auxilios necesarios, para meditar con fru- to el amor inefable, que nos tienes desde el primer instante de tu animacion en el virginal seno de tu Madre Santisima, y asistenos con tu gracia, para- corresponderlo, observando fielmente tus manda- mientos y detestando el pecado por ser ofensa tu- ya, 4 fin de que podamos gozar algun dia de las -delicias de tu amor, alabandote para siempre en el cielo. Asi sea, Despues se leera la siguiente MEDITACION. SOBRE LOS SENTIMIENTOS DEL CORAZON DE JESUS EN EL MOMENTO DE LA ENCARNACION, En el espacio de cuatro mil aiios no habia ha- bido un solo justo, que no hubiese ansiado porque llegase la hora, en que los cielos habian de enviar
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