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—273— jAh! ;Qué entendimiento puede concebir tal grandeza de amor? Se retiraba Jesus al cielo, y para memoria de lo mucho que nos habia amado, teniamos el pesebre que santificé al nacer, — las espinas enrogecidas con su sangre, los clavos convertidos en margaritas del cielo por el tacto de sus manos y piés, la cruz divinizada por ha- ber pendido en ella su cuerpo, los lienzos que cu- brieron sus despojos sagrados, y el sepulcro que lo contuvo tres dias en su seno. {No era esto bas- tante para acordarnos sin cesar, de que Dios nos amé con tanto esceso, que muriéd cubierto de oprobios y traspasado de dolor? {No teniamos donde lorar de gozo, al recordar que Dios nino habia dado bagidos entre las pajas de Belen, y que treinta y tres alos mas tarde exhalara tris- tes gemidos por nuestro amor en un madero? Debiera ser todo esto mas que suficiente para nosotros, si no fuéramos ingratos al Seior: lo hu- biera sido tambien para el Corazon de Jesus, si nos hubiese amado como se aman los hombres en- tre si, pues no pudiéndose quedar ellos con sus amigos, les dejan al separarse alguna prenda que les recuerde su amor. i Pero Jesus procedia en todo segun la mages- tad y grandeza propias de su oriundez divina, sin haber desmentido jamds aquella gloria con que
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