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—26i— cia en que estamos firmes, nos gloriamos en la es- peranza de la gloria de los hijos de Dios. (1) PUNTO SEGUNDO.—No quiso Jesucristo separar- se de los hombres sin dejarles una garantia que les asegurara que se habia de cumplir cuanto les habia prometido, fundandola en el amor que su Padre les tenia, y en el que le tenia 4 él mismo, siendo este amor el vinculo que une 4 los hom- bres con Dios y reduce 4 un solo punto el tiempo y la eternidad, pues, para que esta fuese dichosa y feliz para los hombres, quiso el Hijo de Dios aparecer entre nosotros y sujetarse 4 la muerte. Asi, no se contenta con descubrir 4 sus discipu- los que les habia dado la gloria de ser hijos de Dios por adopcion, sino que les manifiesta tam- bien las consecuencias de esta gloria. Medianero siempre entre Dios y el mundo, ruega 4 su Pa- dre que conceda 4 los hombres la posesion de lo que él tiene por naturaleza; y ya que, desde an- tes que fuese criada ninguna cosa, tenia él la glo- ria de ser su Hijo y habia decretado que el cuer- po y alma que habia tomado, se sentasen en su mismo trono y 4 la diestra de aquel, queria que los hombres, sus hermanos, fuesen testigos de es ta gloria y se gozasen en ella. Padre, dice, quie- ro que aquellos que me diste, estén conmigo en don “a Rom. cap. 5. v. 2.
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