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—220— geles y los hombres, bendigante los cielos y la tierra, y todas las criaturas. Punto seGuNDO.—La concordia que el Princi- cipe de la Paz, Jesucristo, establecié con su muer- te entre su Padre y la humanidad, se extiende a cada uno de los individuos del género humano, pues ni uno solo ha existido ni existira que no pueda decir con el apdstol: vivo en la fé del Hijo de Dios, que me amé y se entregé a si mismo por mt. (1) Queria Jesus ganar para si 4 todas las almas, no esceptuando 4 ninguna de su amor y misericordia; pues a todas se dirigia cuando de- cia leno de suavidad: “ Venid & mi cuantos os sen- tis agravados por el pesado fardo de vuestras ini- quidades, que yo os aliviaré, y os daré mi ley de caridad y de paz, carga ligera, yugo suave para quien me ama.” Porque en realidad, de aquellas almas felices que tuviesen la ventura de dar oi- - dos & los acentos de amor, que salen del Corazon de Jesus, hablaban los profetas cuando decian que caeria sobre el alma santifleada la paz como un rio caudaloso, (2) y que se desposaria Dios con ella para siempre en fé, en justicia y misericor- dia. (3) Si, Jesucristo es nuestra paz, (4) y quiere que (1) Galat. “i v. 20. (2) Isai. cap. 66. v.12. (3) Osea, eap, 2,¥, 19, (4) Efes. cap. 2, v, 14.
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