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. > er —219— existia entre Dios y su criatura predilecta un caos de tinieblas, y Jesus lo iba ad disipar: grita- ba el crimen al cielo, pidiendo venganza contra el hombre, y Jesus iba #& ahogar sus voces y apagar el fuego de la ira del Padre con su san- gre: Satands acusaba sin cesar 4 los hombres mi- serables, y Jesus lo iba a encadenar. j|Cuinto be- neticio! El paso del infierno obstruido, el camino del cielo abierto, el hombre perdonado, el pecado abolido, Dios desagraviado, la guerra concluida, {Qué restaba pues al hombre? La paz: la paz, que sale de lo mas intimo del alma de Jesus, la paz, que reside en su Corazon, pues es la suya pro- pia y no otra la que deja a los hombres, despues de haber aplacado & su Padre. O amabilisimo Jésus! no basta un corazon pa- ra amarte, ni todas las voces del mundo para ala- barte: en la guerra que tenia la humanidad de- clarada al cielo, todos nosotros debiéramos ser sacrificados, i no haber querido ti dar tu vida por todos. Viviamos separados de Dios por el pe- cado, privados de su gracia, sin derecho & su glo- ria y destinados a aquel Iugar de eterna discor- dia y de horror sempiterno, y con tu muerte nos diste paz, y nos mereciste gracia y felicidad sin fin. O pacificador del cielo, amante de los hom- bres, bienhechor de tu pueblg, adérente los an-
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