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* IX. dos y dado la gloria de ser hijos de Dios? En ese corazon esta de asiento aquel amor, que movid a Jesucristo & padecer tantos tormentos, a sufrir tantos dolores por nosotros, # dar su vida en la Cruz y sobre todo, 4 quedarse con nosotros en la Hucaristia hasta el fin del mundo. Estiadienlo, examinenlo ¢ investiguenlo las al- mas humildes, y veran que fué siempre una vic- tima de amor; porque es verdad que los tormen- tos y suplicios que sufrié Jesucristo en su pasion, no duraron mas que un ‘dia; mas su corazon sa- grado no did el primer latido sin’ que suspirase por aquel momento, en que se habia de ver tan combatido y atribulado, que pudiese decir con un Profeta que lo tenia trastornado dentro de si mis- mo. (1) Asi es que éste Corazon sagrado estuvo viviendo siempre entre espinas, clavos, azotes, denuestos y cruz; porque el deseo mas vehemen- te que tenia, era ver cumplido este dia de su mar- tirio por nuestro amor. (2) Y que esto fuese asi, nos lo demostré 4 las claras, pocos momentos dn- tes que se abriese el teatro sangriento de sus su- plicos; pues, solo de ver que iba 4 dar su vida inutilmente por muchos hombres y que serian in- numerables los que se condenarian por haber des- preciado su amor infinito, fueron tan apremiantes (1) Jeremias. Lamentac, Cap. 1, v. 20, (2) Luc. cap, 12, 50, “3
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