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72 De la Confesion en quien hay infinita distancia? “Pero lo que mas te debe mover á no ofen- der á tu Dios, y sentir lo que le has agraviado y desobedecido, es considerarle en los terri- bles y lastimosos pasos de su Pasion. Mírale sudando sangre en el Huerto por tus pecados; preso , y maniatado , y llevado con tanta ig- nominia por tantos Tribunales , uno peor que Otro : atado 4 una columna , y desnudo, des- cargando con crueldad mas de cinco mil azo- tes en aquellas delicadísimas carnes, arrancán- dole muchos pedazos, y derribándolo en el suelo, y cayendo en la balsa de. su sangre con. mofa y risa de todos. Contemplale con la cruel corona de espinas , penetrándole su sacrosan- ta cabeza mil punzadas. Mírale con la pesada Cruz sobre sus molidos hombros, oprimiéndo- Je con aquella viga de lagar , en que se repre- sentan nuestros pecados. Y finalmente, consi. derale desnudo, y á la vergiienza en el árbol de la Cruz, clavado de pies y manos entre dos ladrones , tenido y reputado por el peor de to- dos. Alf muere por amor de tí: allí ruega por tí, pues te tenia presente, aun quando pe- cas. ¡Oh si bien considerases este lastimoso es- pectáculo , cómo llorarias tus culpas muy de corazon, y te sería tambien freno para no co- meterlas ! Y mas si atiendes á lo que dice San Pablo : Que el que peca vuelve á erucificar 4 Jesuchristo. Dime, ¿si vieras que junto á tí es- taban azotando á este amabilísimo Redentor, tendrias ánimo para decir: denle mas azotes,

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