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44 De la Confesion de la Iglesia y de mi boca. Tenia impulso de decir un pecado muy feo , y ese era aquel es. cuerzo ; pero pudo mas en mí la mala costum- bre de callar. Apénas concluí la Confesion y tá los consejos, quando volviéron á entrar los sapos.-en mí , y con ellos los demonios ; y al púnto que salí de la Iglesia, y fuí á mi casa, donde me esperaba mi familia gustosa (aquí mi rabia ) aquel escuerzo me ahogó de repente, y llevó mi alma á los infiernos, donde con in- decibles tormentos y desesperacion padecerá para miéntras Dios fuere Dios. Maldita sea yo mi mal deseo de crédito y honra. Maldita sea 4 hora en que nací. Oxalá mi madre me hubie- ré ahogado. Malditas scan mis torpezas , y to> dos.los que las cometen. No hagais: oration por mí, que mas me atormenta, y el buen con» cepto en que el Pueblo me tiene. Y dicho esto, haciendo un tremendo ruido, cansado por-los demonios , desapareció , para ir.adonde está y estará siempre llorando su desdicha. Mira tú, hombre ó muger ,: que oyes d lees este tremendo suceso , no te suceda semejante infelicidad. Atiende á lo que puede una mala costumbre de callar por vergilenza. Véncete, aunque sean tus pecados los mas horrorosos; aunque hayas pecado con tu padre, ó madre, ó hermanos 5; aunque sean sodomías y bestia- lidades ; aunque hubieras estado. amancebada con el mismo demonio, como se cuenta de una muger que lo estuvo; llega confiada , que pa- ra todo hay remedio en la Confesion. Dime,

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