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y Comunion. Trat. 17. 259 sor por pecados agenos á riesgo de irse al in- fierno, de donde no le sacarán todos los ricos erosos del mundo. Tambien debe el Confesor procurar con ta- les personas conservar la autoridad , y que le tengan la veneracion y respeto que pide su ministerio , sin permitir tratamientos, quizá como á los domésticos criados, ni otras indig- nidades. Lo qual se consigue admirable y efi- cazmente con abstracción , desinteres , y al ne- gocio del alma, y nada mas; porque sabido es que el mucho trato es causa de menospre- cio. Y como decia el V. P. Fr. Joseph de Madrid (acérrimo en este punto, y por eso tan «venerado y temido de Príncipes, gran- des Señores, y aun de Reyes)f Hn fregiien- tando mucho los Confesores los estrados, nos pierden el miedoy el respeto. ¡Qué cosa tan indigna y monstruosa seria que el Confesor estuviese , no sé si diga temiendo, ú obede- ciendo y contemplando mas al rico y poderoso que confiesa , que no éste ú él! ¡Oxalá no ha- ya nadie á quien le comprehenda esta general doctrina! Debe tambien el Confesor saber no solo es- peculativa, sino prácticamente , lo que es ora- cion mental, y enseñar y alentar á tenerla á to- da suerte de personas; pues es cierto que llegan allí algunas de corazones dóciles y bien incli- nados, y que en ayudándolas los Confesores, pueden adelantarse en gran perfección;y por falta de esto suele haber algunas muy atrasadas, Ra

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