BCCPAM000539-3-27000000000000

258 * De la Confesion Serm. 3: ad Cones.) Fuése, dice, á confesar un gran Señor en Nápoles, tan aplaudido por su valor, como notado por su escandalosa vi. da, y despues que un Confesor santo y docto no le absolvió, pasado algun tiempo buscó otro con quien confesarse. Oyóle con mucha paz, y con alegre semblante le absolvió. El Caballero , que era, aunque vicioso, entendi- do, reparando en esta facilidad, sin hablar palabra sacó de un bolsillo veinte escudos, y dándoselos al Confesor, le dixo: Guarde, Padre, este dinero para una jornada que he. mos de hacer los dos juntos. ¿Yo jornada? Sí, Padre, al infierno tenemos que ir, yo por mi mala vida, y V. P. porque tan facilmente me absuelve sin dexarla. Quedó el Confesor tan corrido como confuso, viéndose corregido del que habia de ser enseñado y reprehendido por él. De estos y semejantes exemplos pueden aprender , así Confesores como penitentes, guánto conviene practicar como se debe este santo Sacramento, y temer el castigo que les amenaza , procurando los Confesores revestirse de zelo apostólico y entereza christiana , y es- pecialmente los que por su fortuna ó desgra- cia lo son de poderosos y ricos, en que hay mayor peligro, Sc. abandonando, si fuere ne- e sario, tales empleos, por asegurar su parti- do, y no ser Ó pasar por cómplices de exce- sos; como lo hizo un San Raymundo , y otros. Y como decimos vulgarmente: ó errar, Ú qui» dar el banco, Lo demas es ponerse el Gonfe-

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz