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y Comunion. Trat. 1/. 249, lo en -el fuego, ántes que tú te quemes. A este múdo alegan otras razones, trayendo en su favor opiniones (que han oido, y quieren acomodar á su pasion y vanidad), que quizá no les valdrán en el juicio de Dios. No me quiero ahora meter á disputar opiniones; Pe- ro dime, ¿qué hace al caso (exclama el Ve- nerable é- Iustrísimo Señor Barcia ) que no te condenes por el trage, que no tienes por cul- pa grave, sí por. las consegiiencias que se si- guen te condenas , pues eres ocasion volunta= ria de las culpas que de ahí resultan? Te man todos (así los que dan opiniones, como los que las siguen) la terrible sentencia” del Espíritu Sauto, que dice: Est via, que vi= detur homini- recta , et movissima ejus ducunt ad mortem: que hay un camino que al hom- bre le parece recto y seguro; pero su fin paradero es la muerte eterna (Prov. 16. 25.) ¿Pues qué diremos si se consideran lós in= numerables daños que tales profanidades cau- san en las haciendas? Dígalo hoy la pobre Es- paña ¿ nunca mas perdida, ni nunca mas pro- fana: no sé en quien mas, si en los hombres d en las mugeres. ¿Que cosa tan extraña, que un hombre gaste hoy tantos ó mas diges , y quizá dos d tres horas en componerse , como si fuera una dama? ¿Y qué de trampas y en- redos no hacen muchos maridos para mante- ner el fausto propio , y de la muger y familia, aun contra lo que alcanza su posibilidad , ni pide su estado? ¿Quántos no pagan: por esto m p b

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