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240 -- De la Confesiom. . gun escrúpnlo para confesarlo , Y ménos pere emendarlo. Tales modos de jugar no son di- version, sino perdicion y condenacion. Y así muchos de estos (de que hay tanta abundan- cia especialmente en las ciudades, y gente principal) quizá se hallarán burlados ú la hora de la muerte si no se emiendan. Estos (demas de ser poco devotos de Con- fesion y Comunion , Misa y Sermones ) ordina- riamente ho tienen caridad con los próximos; y así se ye que si quando yan ú entregarse 4 estos juegos ó perdicion, * encuentran pobre- citos desnudos , descalzos ¿ hambrientos, $ saben donde los hay, y 15 piden una limos- ua, se la niegan, y tienen las entrañas du- ras y sin compasion; y al mismo tiempo tie- nen aliento para envidar los quatro, diez Ó yeinte pesos ó doblones, si no son mas» ara comilones, convites y otros excesos. ¿Es werdad esto, infelices? ¿De qué son estas Se= Tales? Oigan este espantoso caso al intento , qUe refiere Cesario, lib. 6. «cap. 34. Dice que en el Obispado de Colonia hubo un hombre ju- gador con demasía, y con muchos de los vi- cios que se han propuesto trae consigo el jue- go: permitió Dios que en castigo de su des- barato, el demonio en forma de hombre $ pusiese á jugar con él, y le ganó quanto te- nia. El, desesperado, le dixo: Tú debes de ser el diablo. Á estas razones se descubrió demonio , y envistiendo con el desdichado»

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