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y Comunion. Trat. IV. 223 be dexarle, y tomar otro. Demas, que es engaño decir que por eso buscan de comer, pues son muy de tardeien tarde esas fun- ciones. Dirá quizá el otro Caballero, que lo hace ó lo ha hecho para ascender y ganar la gra- cia de los Príncipes ,,ó para divertir á los Pue- blos y Ciudades. 4 que respondo, que vaya á que le saquen del infierno esos que vanamente le aplauden de semejantes temeri- dades, si en ellas muere en pecado mortal. Oigan este caso al intento, que sucedió en Madrid , de que fui testigo. Iba yo á acompañar á un Padre Capuchi- no, de autoridad y virtud, + 4-casa de un Grande de la Corte. Hallábase en la vista un Caballero muy preciado de torero. Dixo- el Príncipe al Capuchino: Padre Rmo. el Sr. D. Fulano ha toreado á caballo diez y uue- ve veces delante del Rey, alabando su habi- lidad y lisonjeándole. Respondió el Padre con modestia y seriedad, y dixo al Caballe- ro: Guarde usted esos diez y nueve actos para la hora de la muerte. Quedó confuso el«Caballero, y le dixo: Pues, Padre. ¿es pecado? A que le respondió: Conforme en el fuero que usted me lo pregunte, Y el «pobre entónces templó los humos de su: vanidad, y quedó pensativo y 1macilento, Finalmente , £ todo quanto quisieren alegar dice, que si hallaren opiniones 4 medida de su paladar y pasion, allá se compongaa 0er
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