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182 De la Confesion ; nar, sino es Dios, que es su centro, del que? ellos se apartan con estas pasiones y vanidades. Pues si se consideran las indignidades y malos ratos que muchos de estos suelen padecer en tales casas Ó palacios (que suelen ser como re- ligion sin órden ) eso es inapeable. Allí se has lan practicadas unas leyes de obediencia tan rigurosa, qual nunca se vió en la religión mas observante , con un precepto y voto de peca- do mortal, 4 que se obligáron sus profesores, y suelen quererla los Príncipes tan pronta , que por una leve falta, ó descuido del criado 6 criada , 6 que no respondió tan presto , Señor, al ola, que es el signo ó voz para llamarle, suele despedírsele con furia d impiedad , 6 tra- tarle cón indigaísimos modos, sin que lo-estor- ben ni las canas, ni los veinte d treinta d mas años de servicio y pronta obediencia. Pregun- to: ¿pasará esto en ninguna religion , por aus- tera y observante. d por no observante y mé- nos cuerdo que sea ga Prelado? Yo creo que no. Alí tambien suele hallarse (y muy freqiien- te) lo que no se hallará en lamas pobre men- digante religion; esto es, la mas estrecha po- breza , pero vestida de gala. Y finalmente, si la mitad de los trabajos, desvelos y afanes que ponen muchos en agradar 4 los Príncipes (aun- que esto, practicado en el debido modo, no se prueba en quien tiene esta obligacion), y eñ inventar modos cómo le han de lisonjear el gusto, el apetito, el olfato, el tácto, la vista, el oido, la imaginacion; y sobre todo su' pro-

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