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y Comunion. Prat. 11. 163 monio representan la que Jesuchristo tiene con su Iglesia. Advirtiendo , que para que haya paz entre dos , es menester que cada uno ce- da un poquito de su derecho; si no , suele po- co á poco-parar en un odio irremediable , y en un iafierno de por vida. Tomen el consejo del Apóstol : Sol non occidat super iracundiam vestram : mirad que no se ponga el sol sojre vuestros enojos y riñas. Y para que se consiga , y sea perpetua , con= sideren las mugeres que el marido es cabeza y superior de casa ; y así es bien sea obedecido y atendido sobre todos. Pero tambien consi- deren que las mugeres no.son pies , para que sean ultrajadas y despreciadas. Medio es admi- rable y necesario , que cada uno se contenga en aquellos ministerios y ocupaciones que le pertenecen. Los maridos deben cuidar de las cosas y dependencias de fuera de casa , pero las mugeres de lo que toca á puertas adentro; y así lo enseña el mismo San Pablo: Domus curam habentes , pues los hombres son quasi incapaces de eso: y mo ménos es ageno de un hombre casado ( generalmente hablando) el an- darse introduciendo en las cosas domésticas, propias de las mugeres ; ni ménos andar mi- diendo ni tanteando si gastan , si dan , y otros reparos , como tambien guardar llaves , todo lo qual es indicio de poco amor 4 su muger ; ma- yormente quando , por lo comun , de veinte mugeres , las diez y nueve son aplicadas y guardosas , y al contrario los hombres. Es tam- L2

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